La soldado Elena (que por motivos de privacidad permanecerá en el anonimato), ha presentado una denuncia por acoso a la Teniente Coronel Sofía (cuyo nombre también figurará oculto) por delitos de abuso de autoridad, acoso profesional y extralimitación profesional. La acusación surge a raíz de un expediente disciplinario interpuesto a la soldado por no incorporarse a su puesto, cuando debido a motivos de salud, no pudo incorporarse a su puesto.
El drama de la militar se remonta al 6 de febrero de 2018, cuando durante unas maniobras militares sufrió una lumbocitalgia (un pinzamiento de espalda) que resultó ser una lumbocitalgia. A raíz del accidente, Elena se puso en contacto con la Teniente Médico, cuya recomendación fue tramitar su baja como contigencia profesional. Tras unas irregularidades en el plazo de tramitación de la baja, la soldado termina recibiendo la noticia de que la Teniente Coronel denunciada, contraviniendo el criterio de la Teniente Médico, había tramitado su baja como contigencia común y no laboral (aspecto que repercute economicamente en la afectada).
UNA SERIE DE CATASTRÓFICAS DESDICHAS
El 26 de julio de 2018, cinco meses después de habérsele detectado la lumbocitalgia, Elena acudió a la Unidad Médica de Zaragoza, donde le diagnostican una desviación de columna «pendiente de intercención quirúrgica» no irreversible, lo cual le permitiría seguir desarrollando su carrera con limitaciones «para carrera, salto, carga de peso, marchasprolongadas y bipedestación prolongada».
A pesar de la contundencia del informe médico, la Coronel solicitó la reincorporación de la soldado a su puesto laboral en menos de 24 horas. Al margen de su estado de salud, la soldado en aquel momento se encontraba en su domicilio de Zaragoza, estando la base a la que se tenía que desplazar en Madrid. Todos estos datos eran de conocimiento expreso de la Coronel, que en el momento en el que realizó la solicitud, tenía plena constancia de la situación de la afectada.
En plena crisis de ansiedad, la afectada acudió a la estación de tren y autobús, donde a raíz de los dolores que le causaba la maleta, tuvo que ser transladada a Urgencias. Días después, tras agravarse su situación a raíz de la ansiedad, Elena era intervenida de urgencia. Tras recibir una transfusión de dos litros de sangre sin anestesiar, la soldado, que por entonces desconocía su embarazo, se enteró de la peor manera de su estado: tendría que ser sometida a una interrupción del embarazo a raíz de las secuelas de la transfusión de sangre.
LA GOTA QUE COLMA EL VASO
Tras toda la serie de catastróficos acontecimientos, la soldado colmó su paciencia cuando, tras poner en conocimiento de su situación, volvió a ser convocada para su reincorporación inmediata, un acto que ella consideró «de mala fe» y dentro de un contexto «que excede sobradamente los márgenes de su autoridad y su jerarquía para irrogar un perjuicio a la denunciante, por motivos que esta parte desconoce», razón por la que decidió denunciar a su superior.
La soldado, a raíz de todas estas incidencias, aparte de sus problemas de salud, sufre ahora de un trastorno depresivo, el cual no hizo sino agravarse más cuando llegó la amonestación grave por parte de la denunciada.