Navarra Red

Tabaco, viajes y personalidades

Por Félix Ruiz Allen Viajé a la ciudad de Lisboa y me acordé cuando todavía se podía fumar en lugares públicos. La ley antitabaco generó una quiebra sociocultural. Antes que la ley antitabaco entrara en vigencia en España y en gran cantidad de países; los restaurantes, los bares y los aeropuertos eran las Ágoras de […]

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Por Félix Ruiz Allen

Viajé a la ciudad de Lisboa y me acordé cuando todavía se podía fumar en lugares públicos.

La ley antitabaco generó una quiebra sociocultural.

Antes que la ley antitabaco entrara en vigencia en España y en gran cantidad de países; los restaurantes, los bares y los aeropuertos eran las Ágoras de los fumadores.

Tranquilamente cualquier demora aérea podía sobrellevarse con un café y un cigarrillo. Un par de mesas y sillas desocupadas alcanzaba para que todos los afectados se pusiesen a fumar y hablar de temas personales, políticos, religiosos o revelar infidelidades sin ningún tipo de tapujos.

No es casualidad que los indígenas norteamericanos fumasen tabaco durante sus prácticas ceremoniales y religiosas.

En uno de sus poemas el escritor Argentino Joaquín Gianuzzi se adjetiva a sí mismo como: “Un individuo seco, tabacoso y argentino”. Nuevo hito en la poesía latinoamericana. Se puede adjetivar usando tabacoso.

Lisboa es una ciudad tabacosa que va mutando de personalidad a medida que uno la conoce. La comparación perfecta de la ciudad seria su poeta por excelencia Fernando Pessoa.

Las calles repletas de azulejos con una temperatura de treinta grados centígrados  a principios de Mayo invita a meterse dentro de sus cafés donde están los grandes conversadores: los portugueses que todavía tienen la suerte de poder usar su retorica con completos desconocidos mientras fuman y comen pasteles de nata. Dioses que salen y entrar de sus propios panteones tirando humo nos sumergen en la metafísica ordinaria.

Me bebí una ginghina en la plaza Rossio con un par de Portugueses vestidos con camisa blanca , pantalones negros y mocasines negros; les pregunté ¿cuál era la vía más rápida para llegar a la casa de Fernando Pessoa? Me recomendaron usar el metro. Anoté la estación en una servilleta.

Cuando salí de la estación Rato (Ratón); la ciudad parecía en stand by. Habían un par de estudiante a la sombra de un árbol concentrados en sus teléfonos móviles. La Av. Álvarez Cabral era un sendero de brasas. Dos o tres cadáveres de pajaritos tirados más allá por la ola de calor y un par de ancianas caminando por el lado de la sombra.

A unas cuadras de la estación del metro encontré la casa de Fernando Pessoa. Estaba repleta de andamios con obreros entrando y saliendo. Un cartel que colgaba de la estructura decía: Fechado para reformas. ¿A cuál de las personalidades de Pessoa estaban reformando? ¿Alberto Caeiro? ¿Bernardo Soaers? ¿Ricardo Reis? ¿Álvaro de Campos?

Desilusionado me volví a sumergir en la ratonera para darme cuenta que en esos días al que Lisboa había estado reformando era a mí.

Una ciudad hermosa, tabacosa y pessocrática.

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Félix Ruiz

Félix Ruiz Allen nació en 1992 en Buenos Aires, Argentina. Estudió Literatura en la Universidad del Salvador. Luego se mudó a Ushuaia, Tierra del Fuego, donde se desempeñó como librero durante tres años. Actualmente reside en Bilbao y trabaja en marketing y ventas.

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