El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, cree que «es necesario madurar en la afectividad-sexualidad porque el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor», y así lo ha transmitido en sus visitas pastorales por toda la diócesis, en reuniones con adultos y jóvenes, donde han «surgido preguntas acerca de la sexualidad humana, acerca de su sentido y del uso o abuso que las personas hacen» de la misma.
En este sentido y en su carta semanal, recogida por Europa Press, Demetrio Fernández ha señalado que los cristianos afrontan estos temas «sin rehuirlos», aún sabiendo que su propuesta «es contracultural en la sociedad de nuestro tiempo», ya que parte de la premisa de que «la sexualidad no es toda la persona», aunque también considera que «la sexualidad es un microcrosmos de la persona, donde se refleja la psicodinámica» de la misma «y sus relaciones afectivas, que pueden perfeccionarla o destruirla».
De esta forma y según ha argumentado el obispo en su carta, «la luz de Cristo ilumina el misterio del hombre y le hace entender que su sexualidad está hecha para ser expresión de la donación de sí mismo, del amor verdadero», y que «la fornicación, por el contrario, es la búsqueda egoísta de sí mismo y del placer sexual a cualquier precio».
En este contexto, Fernández ha explicado que «toda vocación cristiana consiste en el seguimiento de Jesús, en el seguimiento incluso corporal. Este seguimiento se bifurca en la vocación a la vida consagrada y en la vocación al matrimonio, alternativamente, es decir, uno puede ser llamado a seguir a Jesús entregándose a él para vivir como vivió él, en virginidad, pobreza y obediencia, o para seguirle en el camino del matrimonio. En uno y en otro caso, el cuerpo es para el Señor, el cuerpo es templo del Espíritu Santo».
MATRIMONIO Y VIDA CONSAGRADA
Por eso, según ha indicado el obispo, «cuando en la juventud se plantea qué camino elegir, en ambas situaciones se trata de seguir al Señor en cuerpo y alma. No valdría elegir el camino del matrimonio sin esta perspectiva, para dejarse llevar del gusto del momento, dando rienda suelta a las pasiones de la carne».
«Ese matrimonio –ha asegurado– no dura dos días, o dura lo que dura la flor del heno, que hoy es y mañana se marchita, porque dos egoísmos asociados se rompen a la primera de cambio. Un matrimonio bien fundado tiene que constituirse sobre una madurez humana afectivo-sexual de él y de ella, en un camino progresivo de donación corporal como expresión de la donación de la persona, que está dispuesta a sacrificarse por la persona amada».
De igual forma, «cuando Jesús toca el corazón para hacerlo todo de él, llamando a la vida consagrada o al sacerdocio, no debe olvidarse que la sexualidad humana debe integrarse en ese amor de totalidad. También el célibe ha de aprender que el cuerpo es para el Señor, porque es templo del Espíritu Santo», pues, «Jesús llama a su seguimiento, y para eso es necesario madurar en la afectividad-sexualidad, porque el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor», según ha concluido el obispo.