La Escuela de Educadoras lleva cuatro décadas formando a profesionales de los cuidados. De sus aulas han salido miles de personas con vocación y conocimientos para mejorar la calidad de vida de las personas mayores, de la infancia, de los colectivos vulnerables o del ocio preventivo e inclusivo. El éxito de este modelo se ha visto reflejado en una progresiva ampliación de nuestra oferta formativa que cada vez más personas solicitan.
Hoy día impartimos formación a cerca de 750 alumnas y alumnos. Contamos con ciclos presenciales en los dos modelos lingüísticos (euskera y castellano), otros bilingües en inglés; un ciclo semipresencial para quienes no disponen de tanto tiempo semanal; y un ciclo online. La mayor parte del alumnado realiza prácticas en empresa para completar su formación. En los últimos años nuestra oferta se ha ampliado con la Formación Continua, de la que hoy día impartimos cinco certificados profesionales a los que acuden cientos de personas adultas con objetivo de encontrar un empleo cualificado en, por ejemplo, atención a la dependencia o cuidado de alumnado con necesidades especiales. También, por otro lado, llevamos a cabo procesos de acreditación de competencias que reconocen la experiencia de personas precarizadas que llevan años trabajando en cuidados sin una titulación oficial.
Problemas de espacio
Con esta actividad todo el espacio disponible está ocupado tanto por la mañana como por las tardes. Carecemos de sitio para los talleres que la normativa exige en nuestros ciclos; el profesorado no tiene un lugar donde reunirse y falta espacio para la biblioteca del centro, un lugar de estudio y consulta del que debería disponer el alumnado. Esta escasez de espacio se ubica en un edificio en el que se ha llevado a cabo un estudio de Prevención de Riesgos que ha detectado multitud de irregularidades que suponen inseguridad tanto para la plantilla como para el alumnado.
Para quienes trabajamos en la escuela es doblemente triste encontrarnos en esta situación, pues muchas de estas condiciones ya eran conocidas a principios de 2024, cuando se decidió que nos trasladaríamos al antiguo colegio Paderborn-Víctor Pradera de La Milagrosa. En aquella ocasión, como en muchas otras, Educación fue un muro inflexible.
En primer lugar, nos comunicaron el traslado una hora antes de su publicación en prensa, lo que nos impidió proponer mejoras en el Palacio Ezpeleta donde estábamos y que se podría haber acondicionado para albergar todos los espacios necesarios.
Después, Educación se empeñó en que nos trasladásemos este curso 24-25. Nos informaron de que empezaríamos en el mayor de los dos edificios de la Av. Zaragoza, aun sabiendo las carencias de espacio que tenía; y prometieron que para el siguiente curso dispondríamos del segundo, con el que mejorarían las condiciones. Solicitamos entonces retrasar nuestro traslado al curso 25-26, propuesta que tampoco fue aceptada.
En estos días nos hemos enterado de que los plazos prometidos no se van a cumplir. Las obras, como pronto, se demorarán hasta principios de 2026, y el curso próximo lo vamos a tener que sobrellevar con la misma falta de espacios, a lo que se sumará convivir con el ruido y la suciedad que supone una obra mayor en el espacio contiguo.
Una serie de catastróficas noticias
Ante esta realidad, en el centro esperábamos un año de transición, mantener nuestra oferta formativa a la espera de que terminen las obras e iniciar el curso 2026-2027 en condiciones de ofrecer una formación acorde con lo que debe ser la educación pública en Navarra. Pero esta vez tampoco va a ser así.
Recientemente nos han comunicado que el año que viene nuestro centro deberá acoger a un grupo más que enriquezca nuestra oferta formativa. Estaríamos encantadas con ello, pero para ello necesitamos que las necesidades de todo el alumnado de la escuela quedasen cubiertas adecuadamente. Intentando, como siempre, dar la calidad que todo el alumnado merece, hemos solicitado que la incorporación de este nuevo grupo se realice cuando las instalaciones estén completadas y el periodo de obras haya finalizado.
Tampoco esta vez nos hemos sentido escuchadas, y nos asusta la amenaza verbal que hemos recibido de eliminar parte de la oferta formativa existente. Ciclos que todos los años cuentan con alumnado matriculado y en espera, y que forman a profesionales tan importantes para el bienestar de las personas.
En la Escuela de Educadoras nos sentimos como una pieza de un ajedrez al que están jugando otros. Alguien decide ponernos en un centro inacabado, sumar ciclos nuevos o incluir grupos donde no se cabe sin contar con las personas que sacamos el trabajo.
Nos duele ver cómo el Departamento de Educación ignora a una institución de referencia. El señor Gil Sevillano ha ignorado nuestras peticiones de reuniones. Creemos que es el momento de decir que ya basta, que queremos tener voz en el futuro de nuestra escuela. Que terminen las obras, nos permitan situarnos en el centro y en el barrio, y luego nos sentaremos a hablar con Educación de todo lo demás..
Porque sí, eso sí, somos conscientes de que el diálogo es la forma en la que queremos formar parte de la Educación pública en Navarra. El diálogo que, frente a las imposiciones, permite dar el mejor servicio posible.
Firmado,
claustro de la Escuela de Educadoras y Educadores