La novela del escritor Gabriel Széplaki Otahola muestra el drama de un mundo natural, cultural y humano que desaparece ante los ojos, aplastado por su propia inconsciencia y ceguera
Encontrar la belleza de la naturaleza y hacerla palpable al lector o o acercarlo a la lucha de muchos pueblos tradicionales por la supervivencia para abrir la ventana de su realidad al resto del mundo es un mérito atribuible al escritor Gabriel Széplaki Otahola. Quien, con su novela La guerra del fin del mundo de Periquita Robles (Editorial Tregolam), retrata una sociedad valiente, fuerte y libre que vive en medio de un paraje prácticamente mágico.
El título del libro sintetiza perfectamente la narración de un relato contado por una niña llamada Periquita Robles, encargada de contarle al mundo la historia de Pueblo: sus habitantes han sido dueños de aquel lugar en donde crecen los valles, las montañas y los ríos para construir una comunidad guerrera, igualitaria, culta, libertaria y espiritual que no va a rendirse ante la amenaza de la construcción inminente de una presa en el lugar para derivar el agua a la ciudad.
«Esta novela no es histórica en un sentido real. Es una utopía, aunque ciertamente muy posible, y hunde sus raíces en la historia de muchísimas gentes que dijeron no, que se alzaron y se largaron a los montes alejados, a las selvas profundas, a las montañas protectoras. Y allí construyeron sus casas y sus sueños».
Pueblo es un lugar idílico cimentado en la igualdad entre hombres y mujeres (de hecho, el escritor utiliza indistintamente el género masculino y femenino) en donde las niñas son educadas libremente.
A través de la mirada de la protagonista el lector observa el maravilloso cuadro dibujado al detalle que el escritor pincela con cada una de las descripciones y personajes para enmarcar a una población con idiosincrasia propia basada en la educación, el respeto a la naturaleza, el mestizaje, la construcción de armas, así como gastronomía y vestimenta propias.
«Pueblo es mestizo, indígena, africano y muy español. Y Pueblo decidió romper con los dioses y espíritus del pasado y con todas las tradiciones que los ataban. No desearon jefes ni caciques y todos serían iguales. Así, fueron creando una nueva cultura, una nueva manera de ver y entender el mundo. Allí, está su éxito: evolucionaron culturalmente».
¿Qué hacer ante la llegada del invasor?
Pueblo no es un lugar cualquiera y sus habitantes tampoco. Es por eso por lo que invocarán a la justicia y pelearán para evitar la destrucción de todo aquello que conocen.
Una novela esplendorosa que trata temas como la unidad, el sentido de permanencia eterno a través de las acciones de cada uno, el altruismo, la justicia, la felicidad para dar sentido a la vida y, sobre todo, la reivindicación de aquellos que con su trabajo y esfuerzo proporcionan, desde la sombra, bienes al resto a aquel otro mundo más avanzado.
«Creo que se aborda el tema de qué significa la vida o de qué debería significar. Eres tú y tu inmediatez o hay algo mucho más allá de uno mismo. Y ese algo, es la humanidad. Sabes, si vives para ti y no construyes para otros, no siembras el árbol del que no comerás, entonces vives una vida centrada en ti y en tu pequeñez».
La guerra del fin del mundo de Periquita Robles hipnotiza en su lectura por varios motivos: el primero es la buena elección de la narradora Periquita Robles; un personaje inolvidable que hace cuestionar la moralidad de aquel que la está escuchando. Después, el paisaje quimérico y la sociedad utópica que traza Gabriel Széplaki Otahola. Tanto que desde la tinta uno puede llegar a sentir cierto anhelo por conocer Pueblo in situ.
Y todo ello se materializa gracias al lenguaje lírico, sensible y cuidado que desprende el autor en este recorrido por la historia de este cautivador lugar.
¿Cómo se puede permitir la devastación de la historia, de una parte de la raza humana, de una de las piezas que conforman también el bien común?
Pueblo se alzará y hará todo lo posible por resistir como una fortaleza robusta preparada para el ataque, pero ¿quién ganará finalmente esta guerra?
Gabriel Széplaki Otahola advierte de los peligros del consumo excesivo en detrimento de los ecosistemas y pueblos naturales al otro lado del globo terráqueo. Pues, desde el primer momento, Periquita Robles se erige como mensajera esencial de esta fantástica novela: escuchar la voz alzada de aquellos pueblos que resisten en entornos naturales a pesar de la intimidación externa.
Si bien Pueblo es un lugar en la imaginación del escritor venezolano, este está basado en entornos reales que, a día de hoy, se enfrentan a los ataques foráneos para poder permanecer en el mundo como un árbol milenario o una montaña perpetua en medio del horizonte.
Fuente Comunicae